Lo oculto de lo oculto es lo evidente, y ahí es donde hay que prestar atención. La libertad verdadera esta en eso mismo, que tu vida sea un mero disfrute a todas horas. Los sentimientos negativos funcionan como un termómetro, nos indican que algo no va bien y se manifiestan en forma de malestar. Pero tienen su parte positiva: educan, permiten evolucionar y generan aprendizaje. Si no sintiera frustración, igual no le daría valor al esfuerzo cuando consigue su objetivo. La inseguridad también tiene un sentido evolutivo, le protege de las amenazas, aunque muchas de ellas no sean tan aterradoras como imagina. 

Ahora, hay que dejar espacio a los sentimientos y, cuando el paciente estime que han convivido con él el tiempo suficiente, debe abrirles la puerta y dejarlos marchar. Ahora, cómo los sentimientos negativos pueden llegar a bloquearnos si no les damos el lugar que deben ocupar. ¡Para que caminemos esta semana con sentimientos positivos. Todas las personas tienen objetivos diferentes, pero todos anhelamos felicidad, equilibrio interior, paz y tranquilidad. El bienestar se busca rodeándonos de circunstancias, compañeros y momentos que nos aportan felicidad. 

Muchas personas dejan de salir de su zona de confort para evitar enfrentarse a sus miedos, pero ese sentimiento forma parte de nuestra evolución, hay que saber dosificiarlo para que cumpla con su función y no dejar que nos bloquee. Todo tiene su razón de ser y una explicación lógica. Los sentimientos negativos nos indican que algo no funciona, educan, permiten evolucionar y generan aprendizaje. Por ejemplo, si no sintiera culpa, ¿cómo sabría que ha herido a alguien? Deje espacio a sus sentimientos, le permiten ver el mundo desde otro punto de vista, pero no le tienen que paralizar. Analice, saque una lectura positiva, aproveche lo que le pueden aportar y, cuando estime que han convivido con usted el tiempo suficiente, déjeles marchar. y ¡Atrévase a ser feliz!

El sentimiento de culpa es una de las emociones más inmovilizantes y destructivas que podemos experimentar, que suele aparecer en algún que otro momento de nuestras vidas. Hay personas que tienen una especie de vocación por la culpa ya que no sólo se sienten mal por lo que han hecho sino incluso por lo que podrían llegar a hacer. Obviamente, éste no es un sentimiento agradable y haríamos cualquier cosa por desembarazarnos del mismo.

El sentimiento de culpa es considerado como una emoción negativa que, si bien a nadie le gusta experimentar, lo cierto es que es necesaria para la correcta adaptación a nuestro entorno. La culpa es como un afecto doloroso que surge de la creencia o sensación de haber traspasado las normas éticas personales o sociales especialmente si se ha perjudicado a alguien. La culpabilidad, por tanto, surge ante una falta que hemos cometido (o así lo creemos). Su función es hacer consciente al sujeto que ha hecho algo mal para facilitar los intentos de reparación. Su origen tiene que ver con el desarrollo de la conciencia moral, que se inicia en nuestra infancia y que se ve influida por nuestras diferencias individuales y las pautas educativas.

Existen personas que confunden esta emoción con la vergüenza, incrementando su malestar emocional, ya que al mezclar ambos sentimientos se retroalimentan entre sí. Mientras que la culpa aparece ante el dolor por el daño causado, la vergüenza se experimenta cuando nos percibimos con la falta de una habilidad o capacidad que se presumía deberíamos tener. El sentimiento de culpa es uno de los mayores problemas que invaden nuestra vida. Desde pequeños nos aturden con él, demostrándonos que no somos libres y que todo lo que hagamos repercute en la vida de los otros, aun si lo que hacemos es auténticamente nuestro. Nos enseñan a entender la vida en base a obligaciones y responsabilidades. No nos educan para ser libres sino para depender de los otros de una forma enfermiza. Todo esto alimenta un circulo vicioso de infelicidad donde la felicidad individual parece no ser importante.

Si bien en la vida en sociedad es necesario que todos pongamos nuestro granito de arena para poder llevar una existencia ordenada, a veces confundimos armonía con sumisión. Si hay algo que nos daña como individuos debemos trabajar por eliminarlo de nuestra vida, aun si resolver aquello exige que rompamos una relación con otra persona. Dañar a los demás es algo inevitable porque cada uno percibe el mundo a su manera, pero cuando el daño no ha sido el objetivo de nuestro accionar, sino la búsqueda de nuestra propia libertad ¿cuál puede ser realmente el problema?

En la educación religiosa el sentimiento de culpa es un arma de manipulación que consigue que muchos individuos, después de haberse salido de la Iglesia hace mucho tiempo, continúen sufriendo esa angustia y ese ahogo causado por la culpa. En la moral la culpa ocupa un lugar fundamental para “obligar” a los fieles a obrar de la forma en la que la Iglesia considera que todos deberíamos actuar; de no hacerlo, el individuo se verá condenado a una vida de tortura psicológica que podría llevarlo a desarrollar una tristeza profunda y la imposibilidad de luchar por sus propios deseos.