.. aprender a ignorar para comenzar a vivir tranquilos.
Publicado por Patricio Varsariah el sábado, agosto 27, 2016

Hoy quiero compartir un tema muy especial, es que muchas veces nos encontramos en una especie de callejón sin salida en el cual por una circunstancia u otra nos vemos sometidos a interactuar con algunas personas que en términos prácticos no tienen algo bueno que aportarnos. La mayoría de las veces estaremos en la capacidad de alejarnos de lo que no nos gusta, de marcar distancia o simplemente de dejar ir. Sin embargo en algunos casos, esto no resulta posible, sin embargo para ello existe una solución y es marcar la distancia afectiva y mental que nos generará una sensación de paz similar o mejor que la misma distancia física.
Lo primero que debemos hacer es quitarles el poder a esas personas de afectarnos, de restarnos la energía, de robarnos el entusiasmo y sobre todo nuestra paz. Para ello debemos actuar de la forma más consciente posible, estar atentos a todo lo que nos genera malestar, para saber los puntos en los cuales debemos reforzar nuestras estrategias.Cuando identificamos nuestros puntos sensibles y por donde estamos siendo atacados podemos primeramente preguntarnos por qué nos afecta tanto una conducta, un trato o un sencillo gesto, luego ver qué oportunidades estamos dando para que se generen y posteriormente estar atentos para detectarlos e ignorarlos antes de darles fuerza.
Cuando reaccionamos de forma selectiva, restamos inclusive las ganas conscientes o inconscientes de afectarnos la vida a quienes de una forma u otra lo han venido lo han venido haciendo y marcamos nuevas rutas a seguir en la interacción. Mientras nos enganchamos en una dinámica, esta se seguirá repitiendo sin cesar, cuando reaccionamos de forma diferente, o mejor dejamos de reaccionar, la dinámica cambiará y es allí donde debemos marcar las nuevas pautas de la interacción. Solo nosotros permitimos que algo nos afecte, si aprendemos a ignorar, y esto no tiene nada que ver con la ley del hielo u olvidar responsabilidades y compromisos, sino con salvaguardar nuestra tranquilidad y nuestra integridad, estaremos quitándole a otros la posibilidad de controlarnos de cualquier manera, le estamos limitando el alcance que puedan tener sobre nuestras vidas.
Debemos aceptar lo que no podemos cambiar, pero en dinámicas negativas siempre habrá mucho que se pueda modificar y esos cambios, si queremos verlos proyectados, deben originarse en nosotros mismos. Mientras más atención le prestemos a una situación o persona desgastante, más efectos negativos tendrá en nosotros, menos salidas podremos vislumbrar y más atascados nos sentiremos. Cuando aprendemos a soltar eso que nos afecta, podremos inteligentemente ignorar y modificar los efectos que esas situaciones generen en nosotros.
A veces ignorar es responder con inteligencia. Es una sabiduría que se adquiere con el tiempo y con las experiencias y que, sin ninguna duda, es adaptativa. ¿Por qué? Porque de sobra es sabido que nuestras relaciones no siempre nos aportan cosas positivas, aunque lo deseemos y lo esperemos. Así que en ocasiones ignorar es más una cuestión de salud emocional y de protección de nuestro equilibrio mental que una decisión consciente y meditada sobre nuestra realización y nuestra forma de enfocar las relaciones con determinadas personas. Pero habitualmente no conseguimos con facilidad darnos cuenta de que alimentamos intercambios tóxicos en pro de una recompensa emocional que no va a llegar. O sea, sacrificamos nuestro bienestar por relaciones insanas que no nos aportan buenas emociones.
Hay que aprender a ignorar para comenzar a vivir tranquilos. Por eso debemos ignorar situaciones que nos turban sin sentido y regalar nuestra ausencia cuando no se valora nuestra presencia. Así, a palabras necias, oídos inteligentes. Pero…, ¿cuándo? Cuando las críticas no sean constructivas y no hayamos pedido opinión y notemos que en las acciones o comentarios de los demás hay malas intenciones. Cuando quien tenemos al lado se empeñe en crear inseguridades y frustración en nuestro esquema vital y nos hagan preocuparnos por cosas que no podemos controlar. Cuando los demás se excedan en su autoensalzamiento con clara intención de restregar sus éxitos y menospreciarnos y nos impidan crecer y desarrollarnos como consecuencia de intereses o egoísmos ajenos.
boca-con-cremallera
Palabras, comentarios, actos, sentimientos, emociones… Hay situaciones que bien por su hostilidad o bien por su toxicidad pueden resultarnos altamente perjudiciales. En ocasiones, puede que incluso la balanza emocional se incline hacia el lado de nuestro bienestar y que el sufrimiento sea inevitable. Sin embargo tenemos que conseguir manejar las distancias, darle a nuestra mente y a nuestro cuerpo la oportunidad de descargarse y de no autoanularse. Podemos escapar si trabajamos nuestro diálogo interior de aquello que nos bloquea. Así, conseguir que lo que alguien haga o no haga no nos afecte actúa como un bálsamo. Puede que resulte costoso al principio, pero los resultados comienzan a notarse bien pronto en nuestra salud emocional.
Es complicado perdonar palabras de más y palabras hirientes que se dicen en momentos de rabia o de calentón, tal y como se suele expresar. Incluso también hay momentos de euforia que hacen que nuestra lengua se descontrole y que acaban teniendo terribles consecuencias. Es de sobra conocido ese cuento en el que un padre pide a su hijo, ante la incredulidad de este, que clave unas puntas de acero en una preciosa madera lisa pues necesita enseñarle algo. El padre, pacientemente, espera a que el chico termine la tarea para hacerle quitar cada una de las puntas y expresarle la moraleja. La tabla nunca volverá a su estado original a pesar de que intentemos reparar el daño y sacar las pequeñas dagas en forma de puntas de acero. Por eso es esencial que hagamos un esfuerzo por evitar causar dolor a los demás con nuestras malas acciones o malos comportamientos.
Debemos tener cuidado con el perdón y dejar muy claro que el hecho ofrecerlo no da derecho a nadie a volver a dañarnos. Esto es importante de recalcar porque habitualmente las personas “nos mal-acostumbramos” y herimos por mero descuido. También tenemos que saber perdonarnos a nosotros mismos porque hemos causado malestar, conflicto y dolor a quienes queríamos. Debemos reconocer nuestros errores y aceptar lo que no podemos cambiar y lo que sí, aprender de las diferencias y vivir sin remordimientos, culpas y odios. Cuando no perdonamos la alegría y la paz desaparecen de nuestra vida y nos volvemos esclavos del rencor y los malos sentimientos, enfadándonos con facilidad y potenciando las rivalidades. Algo de lo que sin duda podemos escapar si nos atrevemos a ignorar y a perdonar cuando corresponda.
Para ser felices tenemos que saber ignorar a muchas personas. Tenemos que aprender a vivir y a desatender aquellas actos, palabras o sentimientos que pretendan o consigan anularnos. Sencillamente hay personas que resultan conflictivas y que nos atormentan con sus quejas, con sus juicios y con sus dramas. Esto puede resultar agobiante, abrumador y altamente tóxico, pues condiciona nuestro bienestar a la incertidumbre de sus actuaciones. Por eso tenemos que dejar de alimentar aquellos intercambios que nos chupan la energía y nublan nuestra realidad. Así que lo primero que hay que aprender es a ignorar a cierta gente en aquellos momentos en los que nos estén haciendo daño.
Aléjate de todo lo que te aleje de ti. Aléjate de lo que te haga daño, de lo que oscurezca tu vida, de lo que se convierta en siniestro. Aléjate de las personas tóxicas porque tu salud lo agradecerá. No permitas que se desmorone tu mundo. La balanza emocional debe inclinarse por el lado de tu bienestar y, aunque el sufrimiento es inevitable y debemos aceptarlo, es imprescindible que lo sepamos manejar a voluntad. O sea, que a los demonios a veces hay que abrazarlos para lograr verlos como “menos malos”. No te olvides de que de vez en cuando tenemos que descargarnos. La mente, como el cuerpo, debe desintoxicarse de radicales libres, de emociones negativas, de pasados conflictivos, de personas que la desestabilizan.
Decirle adiós al sufrimiento puede que sea una tarea complicada pero a veces es importante parar y restablecer nuestras prioridades. Por eso debemos plantearnos escapar de las emociones dolorosas, aquellas que no son sanas y que nos atormentan, que nos impiden evolucionar, lo que nos perturba no son los hechos, sino lo que pensamos sobre ellos. Por eso importante que sepamos identificar, expresar y valorar nuestras emociones de manera estratégica. Como se suele decir, a veces no necesitamos que una mente brillante nos hable, sino que un corazón paciente nos escuche. Nuestras emociones nacen para ser experimentadas, por lo que retenerlas por miedo solo consigue enturbiar nuestra realidad.Por ejemplo, si acumulamos tristeza podemos facilitar la aparición de la depresión.
Es natural que nos preocupemos por rendir en los estudios pero no podemos terribilizar nuestros errores, pues así solo alimentaremos malos sentimientos. O sea, que no hay peor tormenta que la que uno se forma en la cabeza. No es igual pensar que “es terrible que nuestro hijo se haya ido de casa” que creer que “aunque nos pone tristes que se haya marchado, es normal que lo haya hecho”. Esto último favorecerá la aparición de la ansiedad y de la depresión. Este mismo razonamiento lo podemos amoldar a diversas emociones. De esta manera, tenemos que pelear por evitar la vergüenza, pero no la decepción, por eliminar la culpa, pero no el remordimiento, y por deshacernos de la ira, pero no del enfado.
Analizar nuestras emociones y sentimientos no es suficiente, debemos explorar qué es lo que se esconde tras ellas. Esta es la única manera de liberarnos. Puede que sea inevitable que permanezca una parte de “insana” en nuestras emociones y pensamientos, pero lo que tenemos que tener claro es que no debemos alimentarlo. No dejes ir a aquellas personas que hacen lindo tu mundo, deja marchar a las que lo anulan. Conserva en tu vida todo aquello que te ayude y aquello que te haga mejor persona. Sufrir, aguantar y sacrificar tu vida no te valida como ser humano ni te hace mejor, solo te atormenta y te merma. Rodearse de personas negativas consigue oscurecer todo aquello que brilla en nosotros.